martes, 17 de enero de 2012

Cuento con glamour

“Ana, la niña divertida”
Ana es una niña con una bonita sonrisa y muy valiente, además ella baila ballet  los lunes y los miércoles. La semana pasada estuvo en el zoo y vio diferentes animales, pero los que más le gustaron fueron los delfines, porque ella dice que son muy dulces y que saltan mucho.
En la piscina donde se encontraban los delfines había un gran barco, donde los cuidadores se subían para tirar la comida. Uno de los delfines tenía la cara un poco arrugada, pero aún así era el más listo, y cuando el cuidador le llamaba él iba enseguida. Esto parecía magia y de color amarillo. Ana al ver a los delfines intentaba hablar con ellos porque como le habían dicho que eran muy parecidos a los humanos, ella quería comprobarlo. Ana gritaba: hola delfines soy Ana.
Cuando caminaban por el zoo Ana y sus compañeros de clase vieron un perro que tenía un color como amarillo. Ana siempre había soñado en tener un perro para llevarlo a pasear por el parque, y a los columpios. Ella quería un perro bonito, y aunque su madre decía que ella era muy pequeña para tener uno, Ana seguía soñando con él.
Al terminar la excursión, el papá de Ana fue a buscarla al colegio en coche. Su papá era un hombre alto, bueno, y un estupendo papá. Él siempre estaba dispuesto ayudar a los demás. Cuando fue a buscar a Ana llevaba un regalo, un albornoz azul, el color favorito de Ana. Ella se lo probó corriendo y se dio cuenta que le quedaba grande, asique ella comenzó a llorar. Su papá le dijo que no se preocupara que rápidamente irían a la tienda a cambiarlo. Su papá era un hombre bueno que siempre pensaba en su hija.
Al llegar a la tienda no pudieron cambiar el albornoz porque su papá había olvidado el ticket. Ana y su papá volvieron a casa para merendar. Su mamá le preparó la merienda, pero ella tuvo que hacerla deprisa porque le dolía mucho el oído, creía que tenía una infección en la oreja. Su mamá tenía la oreja un poco amarilla, pero Ana intentaba interactuar con ella para que se le olvidara.
La mamá de Ana era experta en hipnosis, ella decía que usando velas amarillas podía curar a todas las personas. Ella quería que Ana de mayor aprendiera esta técnica.
Al pasar unos días, los padres de Ana por fin le regalaron un perro de un color  casi amarillo, que irradiaba felicidad y además parecía que cuando andaba bailaba. Como era verano las hélices del ventilador no paraban de agitarse, y el perro al verlas se volvía loco. Este perro era muy valiente porque cuando veía algún obstáculo, él los saltaba.
Ana tenía un hermano mayor que tocaba el clarinete, y a Ana esto le parecía muy dulce. Marcos siempre tocaba durante la siesta, y su madre le llamaba constantemente la atención.
Durante las vacaciones de verano toda la familia fue al mar y de tanto bañarse los dedos se les quedaron arrugados. El papá y la mamá hablaban sobre el regalo para el cumpleaños de Ana, unas zapatillas, las zapatillas rosas que Ana había estado soñando. Cuando llegó el día del cumpleaños, Ana recibió sus zapatillas y un gran pastel de chocolate. Este día fue muy especial y de color amarillo, porque toda la familia había estado reunida.

! FELIZ CUMPLEAÑOS ANA !

¿TE ATREVES A DESCUBRIR EL SECRETO DE ESTE CUENTO?


“ El secreto de la familia Martínez”
Érase una vez una familia madrileña que fue a veranear a Benidorm. Esta familia estaba formada por el papá Manuel, la mamá Paula, y los tres hijos, Luis de 5 años, Antonio de 7 años, y Javier de 9 años. Además, estas vacaciones les acompañaron los abuelos.
Durante los días en Benidorm, la familia iba a la playa todos los días, allí ellos se bañaban, jugaban y tomaban el sol. Los niños disfrutaban haciendo grandes castillos de arena.
Cada día cuando los niños estaban en la playa, ellos veían pececitos nadando en el mar, e intentaban cogerlos con sus pequeñas manos. Un día, Luis, el pequeño de los hermanos, preguntó a su madre cómo se podía coger un pez, y ella contestó que con un cubo, con una caña o con redes. El niño se quedo pensando, y antes de que pudiera lanzar una nueva pregunta su madre dijo: mañana iremos al puerto y verás cómo los pescadores cazan los peces. Luis miró a su madre con una gran sonrisa.
A la mañana siguiente, los tres hermanos se levantaron antes que de costumbre, ya que hoy iba ser un gran día.
Cuando toda la familia estuvo preparada salieron dirección al puerto. Una vez allí los niños observaron con gran admiración cómo los pescadores lanzaban sus cañas y al retirarlas tenían peces.
Después de pasar la mañana mirando y descubriendo las maravillas del mar, llegó la hora de comer y todos juntos fueron a un restaurante.
Durante la comida, el plato principal fueron las sardinas. El abuelo fue el que más comió, porque decía que no todos los días podían disfrutar de este manjar. Ay!, grito el abuelo, y todos los miembros de la familia le miraron asombrados. Oh!, dijo Luis: el abuelo es un gato. Miau miau!, gritaba el abuelo dando vueltas de un lado a otro. El abuelo se había convertido en un gato negro.


MIAU, MIAU, MIAU!
Todos los miembros de la familia estaban perplejos al ver lo que había ocurrido. Ellos miraron el plato del abuelo y se dieron cuenta que había un trozo de sardina que en su interior contenia un bola brillante.
Todos pensaron que la sardina que había comido el abuelo era mágica, y por eso él se había convertido en gato.
Los niños jugaban y reían con el gato, mientras que sus padres y la abuela pensaban en qué podían hacer. Después de un tiempo, pensaron que si el abuelo comía de nuevo la sardina, quizás cambiaría de forma, y así lo hicieron. El abuelo se volvió ha convertir en humano. Los niños se pusieron muy tristes, porque se estaban divirtiendo mucho con el gato.
Más tarde, el padre guardó un pedacito de la sardina en un paquete, para que éste fuera el secreto de la familia Martínez.




! ADIÓS FAMILIA MARTÍNEZ !